jueves, 27 de marzo de 2014

Crowdfunding en la música: el caso de Amanda Palmer

Hace pocos días el redactor jefe de Musicópolis me enviaba esta charla de Amanda Palmer en la que cuenta su experiencia como músico y artista callejero, pero el interés radica en el éxito que ha alcanzado con su campaña de microfinanciación en Kickstarter, motivo por el cual seguramente fue invitada a TED. Recaudar más de un millón de dólares ha supuesto una barbaridad tal que bien merecía un espacio.

La historia a grandes rasgos es esta: la señorita Palmer y su banda The Dresden Dolls editaron sus dos primeros trabajos con Roadrunner que, recordemos actualmente pertenece a Warner y anteriormente a Universal. Hace unos cuatro años la relación entre la banda y el sello se rompe y dos años después comienza la mencionada campaña en Kickstarter, que se ha convertido en el proyecto musical de crowdfunding que más ha recaudado en la historia. El dato curioso es que, según la propia Amanda Palmer, su sello discográfico consideró en 2010 que vender 25.000 copias no era suficiente, pero precisamente 25.000 personas aproximadamente son las que han aportado el millón y pico de dólares. 

Por supuesto, tal hazaña de recaudación ha desatado todo tipo de reacciones, pero este y otros casos similares, aunque no tan exitosos, deben darnos al menos qué pensar, especialmente a la industria de la música. Si nos hubieran dicho hace apenas quince años que un músico no necesitaría de un sello discográfico para grabar, editar, distribuir y publicitar su obra muy pocos lo hubiera creído. Que todo esto sea posible hoy en día indica de forma clara que muchas cosas han cambiado.Y, sin embargo, surgen muchas preguntas -muchas de las cuales le han sido ya formuladas a la señorita Palmer- en torno a este tipo de iniciativas, porque si un proyecto de crowdfunding tiene un objetivo económico concreto ¿qué hacemos con el dinero de más que se recauda? ¿de qué forma se gasta? ¿cómo explicar en qué y por qué?

No son pocos los casos de proyectos de crowdfunding que se han encontrado con numerosos obstáculos incluso después de haber recaudado más de lo que pedían, por lo que esta vía de "hacer un arte de pedir" parece enfrentarse a más problemas de los que parecen a primera vista. Y lo que ha quedado bastante claro es que los donantes tarde o temprano acaban por exigir ciertas garantías de que su dinero va a ser bien  empleado, exigencia que por cierto está en consonancia con una ciudadanía que también reclama a sus gobiernos mayor transparencia en torno a cómo gastan su dinero.

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