martes, 2 de diciembre de 2014

Colección de música en Medium: el fonógrafo

Medium es una plataforma de blogs creada por uno de los cofundadores de Twitter con algunas diferencias con respecto a Wordpress, Blogger o Ghost. Para empezar, el registro es a través de nuestro perfil de twitter o facebook, pero lo que destaca sobre todo es su diseño minimalista, enfocado a la lectura. Otras pequeñas novedades son la indicación del tiempo de lectura, las recomendaciones de usuarios, el sistema de comentarios como notas (que pueden ser públicas o privadas) o una edición de texto sencilla. Una de sus particularidades más interesantes es la posibilidad de organizar y acceder a los contenidos mediante colecciones, creadas por los usuarios y por los propios editores de la plataforma. Tenéis una buena sección de FAQ aquí y un tutorial para escribir y publicar aquí.

Pues a la vista de que no había ninguna colección sobre música en español he decidido lanzarme y crear una, llamada El fonógrafo (y perfil en twitter). El funcionamiento es sencillo: otros usuarios que escriban en Medium sólo tienen que solicitar a la colección su incorporación como autores y a partir de entonces cuando escriban un nuevo texto en la plataforma podrán elegir enviarlo a esta colección. También es posible seguir una colección mediante RSS. Esta es la dirección de El fonógrafo por ejemplo.

Así que la colección está abierta a recibir textos de otros redactores. ¿Os animáis? Por cierto, para quienes tengan algudas dudas con respecto a la política de contenidos, Medium permite de momento exportar todos los textos para llevarlos a otra plataforma, el usuario licencia su contenido a la plataforma para que pueda publicarlo, pero en ningún momento perdemos nuestros derechos de autoría y en cualquier momento podemos publicar -y relicenciar- nuestro contenido en otras plataformas y publicaciones. 

El fonógrafo

miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Hablamos de tecnología o de música?

Últimamente se está dando un fenómeno curioso. Lanzamientos de discos que son noticia por su relación con la tecnología, como el último de U2 o el del Pescao. El primero ha sido mencionado más veces en los medios por haber sido lanzado a través de iTunes que por sus canciones y el segundo se vale del neuromarketing para elegir el single, motivo por el cual no sería de extrañar que ocupe más espacio en la prensa.

Lo cierto es que en una sociedad cada vez más marcada por la tecnología -y su imposición sobre los procesos relacionados con la comunicación- no es de extrañar que empecemos a ver cada vez más casos como los mencionados. Sin embargo, no debe escapársele a nadie el absurdo que supone. Sale un nuevo disco y hablamos más de tecnología que de música. Hoy en día no es difícil apuntar unos cuantos procesos sociales y culturales que se han dado en los últimos años en los que la participación de una determinada tecnología ha sido decisiva, incluso hasta el punto en que no es posible entender esos procesos sin ella. Quizá está empezando a ocurrir lo mismo con la música...

lunes, 20 de octubre de 2014

The Howlin' Wolf Story: The Secret History of Rock & Roll

Casi dos metros de estatura y más de cien kilos peso. Esa era la carta de presentación de este titán del blues. Un tipo que procedía, como mandan los cánones, de las plantaciones de algodón, en las que trabajó durante su juventud. Pero emigró pronto a Chicago para encontrarse con todo el movimiento que allí se estaba creando de la mano de Muddy Waters, Buddy Guy y los hermanos Chess, entre tantos otros.

Howlin’ Wolf retorció el género y lo mezcló con influencias de Charley Patton y Jimmie Rodgers para dar la forma definitiva al blues contemporáneo que conocemos desde los años sesenta. Pero más allá del blues, y como el propio título nos anticipa, este documental entronca su música directamente con el rock & roll. Quizá enfocándose demasiado en su figura, indudablemente indispensable, pero no la única a mencionar sobre los orígenes del rock & roll.

El documental nos ofrece un buen número de actuaciones en directo de los años sesenta y setenta, entre las cuales es especialmente reseñable la actuación de Son House interpretando el clásico John The Revelator y la de Wolf en un bar de Chicago. Aunque también tenemos oportunidad de deleitarnos con las apariciones de Bukka White, Hubert Sumlin, Memphis Slim, Willie Dixon y Muddy Waters, además de varios miembros de sus bandas y su familia. The Howlin' Wolf Story desgrana la vida del músico sin entrar en muchos detalles, aunque con varias anécdotas interesantes, pero es de las pocas oportunidades que tenemos de ver a estos músicos en directo. Y ahí radica sobre todo su interés.

lunes, 1 de septiembre de 2014

La selección de novedades

Primeros de septiembre. Comienza el último tramo del año, el periodo en el que se concentran la mayor parte de las novedades musicales. El motivo no es difícil de desentrañar: con las navidades en el horizonte y más recientes estrategias como el black friday, los consumidores estamos más abiertos a gastarnos los cuartos. No será difícil por tanto que a alguien le caiga como regalo un recopilatorio novísimo de ese músico del que ya podemos encontrar varias decenas de "best of" en el mercado.

Pues bien, en esta situación quienes nos dedicamos a esto de escribir sobre discos nos enfrentamos a un panorama ensordecedor: cerca de 150 novedades sólo en el mes de septiembre, según Metacritic. Añadamos a esa cifra un número nada desdeñable de discos procedentes de pequeños sellos que no aparecen en estos listados y todos aquellos que, por un motivo u otro, se nos escaparon en los meses anteriores. Sólo a ojo nos salen cifras apabullantes...

De esta forma, el redactor musical se ve obligado a hacer una selección de aquellos trabajos que considere más interesantes para los lectores, como ya comenté en otra ocasión. Pero, ¿cómo hacer frente a esta barbaridad de lanzamientos? Me atreveré a dar algunas recomendaciones:

  1. Usar lectores de RSS, como Feedly y similares, mediante los cuales estar informados de todas las novedades. Ordenar las fuentes por géneros nos ahorrará además bastante tiempo a la hora de localizar más tarde las referencias. 
  2. Mantener un contacto constante con el redactor jefe para recibir a tiempo las promos digitales.
  3. Crear una carpeta en la que tengamos todo el material pendiente de escuchar y un documento con los discos que aún tenemos por reseñar con información básica (fecha de lanzamiento, sello, etc.)
  4. Redactar un breve resumen de cada disco que vayamos escuchando. Opción que, aunque nos exige mayor dedicación, es muy útil a la hora de seleccionar posteriormente los discos.
  5. Seleccionar los discos que formarán parte de nuestras reseñas mensuales en base a nuestros propios criterios o a los de la publicación (mucho mejor si ambos pueden ir de la mano).
  6. Dejar a un lado las prisas. Es prácticamente imposible escribir una reseña decente de un disco al que le hemos dado apenas un par de escuchas. No pasa nada por reseñarlo al mes siguiente.
Estas son sólo algunas pautas sencillas que al menos a mí me ayudan a seguir con cierto orden el veloz ritmo de publicación de discos. Seguro que cada uno tendrá sus propios trucos y metodologías de trabajo, así que cualquier apunte, sugerencia o discrepancia es bienvenido.

lunes, 7 de julio de 2014

Judas Priest – Redeemer of Souls (2014)


Cinco discos de estudio en más de veinte años no parecen muchos. Especialmente cuando ninguno de los que la banda británica ha grabado desde Painkiller ha superado el nivel mínimo nivel exigible para una formación tan legendaria. Jugulator y Demolition tenían el lastre para muchos de un 'Ripper' Owens que no daba la talla, aunque la composición flojeaba bastante más que el papel que hacía el joven Owens. La vuelta de Halford tampoco mejoró demasiado las canciones y Angel Of Retribution y Nostradamus apenas aportaban algo más que la posibilidad de volver a escuchar al vocalista en la banda en la que se formó.

Entretanto se ha producido un cambio fundamental. K.K. Downing se marchó hace tres años y, aunque su sustituto cumple en directo, no parece haber tenido un papel relevante en la composición de este nuevo trabajo. Por suerte aún queda Glenn Tipton para aportar unos cuantos buenos riffs y un par de solos interesantes en Sword Of Damocles, Secrets Of The Dead o Crossfire. Más allá de eso Redeemer Of Souls suena a refrito de tiempos mejores. La canción que da título al álbum parece estar construida sobre el mismo patrón que Hell Patrol y Beginning Of The End sobre Beyond The Realms Of Dead. Y no son las únicas que recuerdan demasiado a éxitos del pasado...

Redeemer Of Souls es un disco entretenido para unas pocas escuchas, como en su momento también lo fueron Jugulator o Angel Of Retribution. Teniendo en cuenta la edad de sus miembros es hasta admirable que conserven ciertas capacidades, porque si bien Halford está muy lejos de sus años mozos y tiene una buena ayuda digital, aún es capaz de aportar algunos momentos bastante decentes.  Sin embargo, este disco está aún demasiado lejos de lo que Judas Priest significaron en los 70 y 80. Hay rumores que dicen que este será su último álbum y no sería una mala idea dejarlo en este punto. Aún podemos disfrutar de los clásicos en directo y la banda es capaz de ofrecer un espectáculo digno, así que me quedo con eso.

lunes, 23 de junio de 2014

Ecomusicología: definición y algunas consideraciones

En los últimos años una nueva rama de los estudios musicales está cobrando cada vez más fuerza: la ecomusicología, y, sin embargo, aún son pocos los textos en castellano que podemos encontrar sobre ella. Por eso, me parece interesante dedicar aquí un pequeño espacio para definir y delimitar esta disciplina.

A grandes rasgos la ecomusicología se dedica al estudio de las relaciones entre las personas, la naturaleza y el sonido. Aunque fundamentalmente surge de la etnomusicología, es un campo de estudio en el que convergen otras materias, como la historia, la biología o la acústica, entre otros. Pero ¿qué cuestiones estudia la ecomusicología? Pues lo cierto es que, por lo que he podido leer, muchos de los objetos de estudio se centran sobre todo en la inclusión de la conciencia ambiental en el estudio de cuestiones musicológicas, aunque también existen estudios sobre el impacto ambiental de las giras de músicos o el uso como instrumento de caparazones de animales.

Sin embargo, la cuestión que me parece más interesante es la que se refiere a la conservación de tradiciones musicales amenazadas. Como muchas especies en peligro de extinción existen también muchas tradiciones musicales -una pata más de la cultura- que se encuentran en situaciones que podrían hacerlas desaparecer y cada vez se hace más necesario un esfuerzo colectivo para evitarlo.

Los peligros de la homogeneización cultural son similares a lo que ocurre en la naturaleza. Si la uniformidad genética hace a las especies más vulnerables a ciertas epidemias e infecciones y la consanguinidad ha mostrado en numerosas ocasiones sus nefastas consecuencias (baste echar un vistazo a dinastías como los Austrias o los Borbones) la falta de diversidad cultural -y musical- tiene también sus efectos, pero en la comunicación, la adaptación y el sistema de interacción que la comunidad tiene con su entorno. Además, como comentaba en este artículo en Musicópolis sobre la guerra fría cultural, "las armas más importantes ya no matan, sino que crean formas de pensar", lo que deja a la música -y por extensión a la cultura- en una posición muy favorable para ser utilizada como instrumento político.

Lo que parece incuestionable es que la aparición de la ecomusicología se inserta dentro de un movimiento mucho más amplio de conciencia social y medioambiental. La preocupación por la equidad social y la conservación del medioambiente tienen cada vez mayor presencia en el ámbito de la música, como hemos podido constatar hace poco con el caso de Metallica en el festival de Glastonbury o las cada vez mayores posiblidades de hacer compras responsables de instrumentos. Y esto es sólo el principio del cambio.

Más información en:

- Ecomusicology: Ecocriticism and Musicology. Aaron S. Allen.
- Ecomusicology
- Selección de artículos sobre ecomusicología.

miércoles, 18 de junio de 2014

Salim Ghazi Saeedi - NamoWoman (2012)

 
Recientemente recibí un sorprendente correo de Irán. Un chico llamado Salim Ghazi Saeedi me presentaba sus discos y, entre otras cosas, decía: "a pesar de las restricciones que el gobierno de Irán impone a la música rock he tenido la oportunidad de dar a conocer mi música más allá de sus fronteras". Es complicado no sentir una enorme curiosidad - y admiración- por alquien que se dedica a coger la guitarra y ponerle distorsión en un país donde hasta hace poco se imponían multas de miles de euros a músicos, se cancelaban conciertos y los discos deben pasar antes de ser editados por el ministerio de cultura, entre otras prácticas que persiguen la músicas y ciertos géneros, como el heavy, son considerados directamente satánicos. Baste leer algunas de las noticias de los últimos años, como esta sobre la banda Yellow Dogs, esta sobre la escena underground de Irán o esta otra sobre la persecución del rap y el rock para hacerse una idea del panorama.
 
Pues bien, una vez superada la curiosidad inicial y habiendo investigado un poco la escena iraní me dispuse a escuchar con detenimiento el disco. A pesar de que en su web menciona mútliples influencias, como Jeff Beck, Marty Friedman o Thelonious Monk , lo cierto es que este trabajo es complicado de etiquetar. Aunque puede adscribirse inicialmente al rock progresivo, Saeedi se dedica a explorar e investigar sobre multitud de géneros: jazz, rock, heavy, todo ello aderezado con música tradicional de su país y de Oriente Medio. Entre los sonidos más tradicionales sería obligado referirse a músicos como Hossein Alizadeh o Kooch como referentes principales, pero la amalgama que se presenta en NamoWoman es una verdadera locura.
 
El álbum se compone de nueve temas en el que ninguno supera los cinco minutos. Saeedi es el compositor y se encarga de todos los instrumentos, así como de la mezcla y la producción. Sin embargo, el disco no suena casero y bien podría haber sido editado por cualquier sello independiente europeo. Si bien la destreza y habilidad de Saeedi es palpable en cada una de las pistas, este trabajo es de difícil digestión. Hay un puñado de buenas ideas aquí y allá, pero personalmente echo en falta algo de la espontaneidad que destilaban por ejemplo Forgotten Silence en su disco Kro Ni Ka, con quienes Saeedi tiene algunos puntos en común. Aún así, habrá que seguirle la pista, porque su propuesta es tan arriesgada como atractiva.
 

jueves, 5 de junio de 2014

Responsabilidad social en la música: el caso de Metallica en el festival de Glastonbury

Lo que ha sucedido a raíz de la confirmación de Metallica como uno de los cabezas de cartel del festival de Glastonbury ha sido sorprendente. Aunque la afición a la caza de James Hetfield era conocida -en el documental Some Kind Of Monster y en A Year And A Half In The Life Of... ya quedó bien clara- el estreno de un programa para el canal Historia, titulado The Hunt y narrado por Hetfield, ha desatado un cúmulo reacciones inesperadas.

El programa narra la historia de una pareja de cazadores en Alaska. Estos dos tipos se dedican a matar, como era previsible, todo tipo de animales salvajes, incluidos osos kodiak, uno de los de su especie más grandes que existen, junto con el oso polar. Por cierto, que la caza de osos en la zona está permitida, aunque regulada. Ahí queda eso... La cuestión es que esto ha motivado que miles de asistentes al festival se movilicen para conseguir que Metallica no toque en Glastonbury. Si queréis echar un vistazo a los detalles hay una página de Facebook y una web donde se recogen firmas.

Este hecho supone un cambio importante en el negocio de la música, que casi siempre se ha mantenido al margen de consideraciones éticas apoyándose en el componente emocional que la música conlleva. Al igual que el fútbol, la música provoca que sus aficionados sean capaces de dejar a un lado cualquier tipo de moral y ética. Da igual que nuestro artista preferido apoye la pena de muerte o especule en bolsa, si viene a tocar a nuestra ciudad iremos a verle pagando lo que nos digan. No hay mucha diferencia con un equipo de fútbol, cuyo presidente esté implicado en casos de corrupción e, incluso, acabe entrando en la cárcel, que si mi equipo gana lo que sea ahí estaremos para corear y alabar su nombre. Pues bien, eso va tocando a su fin. O, al menos, eso podría indicar el caso de Glastonbury, porque la cuestión es que esto no ha sucedido con una banda cualquiera, no. Es Metallica, que han vendido millones de discos y son capaces aún hoy en día de convocar a decenas de miles de personas, y eso que sus años de esplendor quedan ya muy lejos.



Según un informe Nielsen del año pasado "el 50% de los consumidores de todo el mundo están dispuestos a pagar más por productos y servicios de compañías implicadas en programas de Responsabilidad Social Corporativa" y "el interés de los consumidores por la responsabilidad social de las empresas ha aumentado en el 74% de los países analizados, un dato significativo que denota la importancia de que las empresas realicen programas adecuados y comprometidos con la sociedad". Está claro que los ciudadanos -mejor que consumidores- cada vez se fijan más  en cómo se hacen las cosas. No sólo importa que el producto tenga calidad, sino que el proceso por el cual ha sido fabricado haya sido respetuoso con las personas y el medioambiente. 

Todo eso se extrapola al mundo de la música de esta forma que hemos visto en Glastonbury. Quizá queramos ver a esta banda, incluso que seamos los mayores fans, pero si apoyas la caza y el uso de las armas no quiero que vengas a tocar. Es posible que todos los músicos deban estar cada vez más atentos a la conciencia social de sus aficionados, porque quizá el próximo que se vea en una situación como esta lo haga porque su gira es escandalosamente costosa, porque tenga un alto impacto ambiental o porque sus trabajadores cobren demasiado poco.


Actualización 30/06/2014: en respuesta a todo lo ocurrido Metallica, y obviamente asesorados por alguna compañía de marketing y publicidad, abrieron su concierto en Glastonbury con esta peculiar versión de su habitual intro, en la que aparecen ellos mismos cazando a los cazadores. Y ya que estaban, también han sacado camisetas con fragmentos de noticias sobre la polémica.

miércoles, 4 de junio de 2014

Festival Territorios de Sevilla: evolución, identidad y una propuesta

Recientemente El Club Express publicó un artículo de opinión sobre Territorios en el que, acertadamente, comentaba el autor que al festival aún le faltaba algo para dar el salto definitivo y posicionarse entre los grandes festivales del país. Ese "algo" que le falta a Territorios en mi opinión es una identidad clara y fuerte, algo que se consigue fundamentalmente con una programación que no vaya dando bandazos en función de donde sople el viento.

La evolución

En sus dos primeras ediciones el festival trajo a Sevilla aires frescos. En 1998 muchos pudimos ver bandas como Berrogüeto, La Musgaña, Capercaillie o Cherish The Ladies en un cartel que denotaba un conocimiento de la música a la que se enfocaba aquel primer año -la celta- y que traía formaciones en aquel momento poco conocidas por el gran público. En 1999 también pudimos disfrutar de un cartel con gente como Fanfare Ciocarlia, Natacha Atlas o Eduardo Paniagua, a pesar del fiasco de Dorantes en Plaza Nueva, que apenas consiguió interesar al escaso público que esta tarde hubo. Gran parte del público no conocía a muchos de los artistas que iba a ver, pero iba precisamente por eso, porque descubría bandas que no conocía.


Pero, a partir de la tercera edición, a pesar de que aún se mantuvo en el nombre el punto temático -esta vez "Territorios Atlánticos"-, se incluyeron bandas como Maita Vende Cá, el cartel se redujo notablemente y los precios se triplicaron. Y partir de entonces el festival se dedicó a programar a medias entre un Womad y un festival de los 40 Principales, con carteles en los que encontrábamos a Orishas y Philip Glass en 2001, Macaco y Goran Bregovic en 2002 o Carlos Jean y Carlinhos Brown en 2003.

A partir de 2004 encuentran el filón del rap y "lo que sea que esté moda en ese momento" y empiezan a programar días temáticos (hip hop, urbano, etc.) mientras el nivel de los conciertos gratuitos en las plazas se reduce notablemente. Aún así, durante algunas ediciones esto facilitó que el grueso del público que iba fundamentalmente a cogerse la papa se concentrara en el Auditorio de la Cartuja al tiempo que podíamos disfrutar de otro ambiente mucho más comedido en el Monasterio de la cartuja.

La etiqueta de "músicas del mundo", ya completamente diluída, seguía usándose para traer a gente como Lee "Scratch" Perry o Ismael Lô, pero el indie y el rap se convirtieron poco a poco en el núcleo del festival a partir de 2007. Desde entonces, Territorios no es más que la excusa para hacer un gran botellón en la entrada del Monasterio de la Cartuja. Y lo peor es que este sigue siendo uno de los mejores planes, porque no es raro encontrarse con conciertos con sonido pésimo, en los que apenas es posible distinguir una sola canción -como el de Mogwai o Echo & The Bunnymen de 2007- y lo que sí encuentras con total seguridad son unos precios en las bebidas desorbitados.

 
Propuesta

Territorios ha tenido unos cuantos aciertos en su trayectoria, como adelantarse al éxito de ciertos músicos, programando a Carlinhos Brown en 2003 -un par de años antes de su gran éxito y un año antes de que Trueba se fijara en él- o a Antony & The Johnsons en 2005 poco antes de dar el pelotazo con I Am a Bird Now. Pero también mantener un espacio -más o menos grande- para las formaciones locales o la elección de los espacios. Sin embargo, Territorios Sevilla necesita, en mi opinión, un nuevo cambio de rumbo que les posicione por fin como uno de los grandes festivales de España. Pero, para eso, necesitan enfocarse en unas cuantas cosas:

  • Un cartel más homogéneo, que no busque todo tipo de públicos. Una o dos bandas grandes, cuatro o cinco medianas, un par de apuestas poco conocidas y dos o tres locales debería bastar para llenar un par de días. Nada de un grupo indie, uno reggae, uno punk y otro electrónico, porque eso marea al personal y el aficionado al punk, por ejemplo, no paga por ver un sólo grupo que le guste.
  • Un número de artistas equilibrado, que permita la asistencia a todos los conciertos. Porque ha habido años en los que ha sido imposible hacerlo, con conciertos a la misma hora, escenarios demasiado cercanos que hacían complicado un buen sonido, etc.
  • Una gestión de las barras más eficiente y a precios no abusivos. Nada de moneditas o tickets para las consumiciones, porque eso provoca colas y el enfado del personal, que en ocasiones acaba por "tomar algo" antes de entrar. Si os fijáis muchos festivales de otros países no es raro encontrar una variada y económica oferta de comidas, ¿por qué no copiar lo que hacen bien por ahí?
  • Buscar otras formas de diferenciarse. Por ejemplo, haciendo el festival más sostenible: ¿es posible reducir el número de botellas de plástico? ¿Incluir contenedores de reciclado? ¿Reducir las emisiones o el impacto ambiental en entornos como La Cartuja? Yo creo que sí.
  • Inversión en publicidad. Necesaria sí, pero se puede reducir considerablemente si nos apoyamos en el periodismo nacional ofreciendo la posibilidad a diversos medios de entrevistar artistas, de cubrir el festival, incluso de documentar el proceso de organización previo. 
  • Trazar un plan a medio plazo. Tener bien claro donde quiere estar el festival dentro de cinco o siete años puede ayudar a evitar las tentaciones de sumarse a las modas de cada año.
Seguramente la organización habrá pensado ya en estas y otras muchas cuestiones, pero no podía dejar pasar la ocasión para comentar algunas ideas y propuestas, porque al fin y al cabo Territorios sigue siendo el único festival en Sevilla que ha conseguido traer a la ciudad a muchas grandes bandas y que continúa después de tantos años. Pero siempre se puede mejorar, ¿no?

miércoles, 30 de abril de 2014

Jazz actual: preguntas sin responder (por Manuel Recio)

Hace cien años, por estas fechas en las que se conmemora el Día Internacional del Jazz, en Nueva Orleans cientos de músicos estaban haciendo la maleta para salir de la ciudad y buscarse la vida en el norte o en la costa oeste. Era lo que tocaba. Nueva Orleans vio nacer el jazz pero no había —¡qué paradoja!— locales suficientes para tocar. Tampoco poseía una industria discográfica fuerte. Allí la música servía para divertirse, en Chicago o Nueva York era un negocio. ¿El jazz debe ser un negocio?

Ahora no sabría decir si la situación está mejor o peor. Confieso que mi interés por el jazz actual es escaso, lo cual no implica que lo que se haga sea de mala calidad o eso de cualquier tiempo pasado fue mejor. No, no van por ahí los tiros. De hecho, los conciertos a los que voy —menos de los deseados— nunca me han defraudado. Pero no me encandila. Posiblemente tengamos los mejores y más dotados músicos de jazz que jamás ha habido, las escuelas de jazz más completas, el público más educado y receptivo, una oferta más amplia y variada. ¿Por qué no consigue engancharme el jazz contemporáneo a mí, que en teoría soy público objetivo?

Existe, desde mi modesto punto de vista, una especie de crisis de identidad en el jazz. Ha perdido el fervor popular, el pulso, la conexión con el gran público. Se ha intelectualizado, sí. Esa horrenda palabra para muchos (para mí también) que en ocasiones marca una distancia letal entre el músico y la audiencia. ¿Esa distancia es insalvable?

Como dice mi buen amigo Carlos Pérez Cruz —que desde su Club de Jazz lleva más de diez años difundiendo jazz contemporáneo y músicas improvisadas afines—  escuchar jazz exige de un esfuerzo y una implicación por parte del oyente. Cierta paciencia y militancia añadiría yo. ¿Qué oyente está dispuesto hoy en día a regalar sus preciados minutos de existencia a un fin tan exigente?

Lo sé, son muchas preguntas y la mayoría no tienen respuesta. Esta reflexión no va contra nada ni contra nadie. Mucho mejor que yo, lo plantea Ted Gioia, un maestro, en su libro Historia del Jazz: “¿Es el mundo del jazz el que no va bien o sólo nuestra perspectiva? ¿Debemos exigir una revolución permanente? ¿Es válida nuestra arraigada expectativa de que la música debe ser siempre progresista, siempre mirando hacia delante, siempre haciendo cosas nuevas? ¿No es suficiente con que la música sea buena? Si lo músicos jóvenes se contentan con trabajar dentro del marco de los estilos anteriores, ¿por qué escucharlos a ellos y no a Armstrong, Parker, Ellington y demás? ¿Por qué escuchar al imitador, cuando el original está —gracias al milagro de la tecnología discográfica— casi igual de accesible?

No quisiera dejar un regusto amargo, ni mucho menos. Tal vez mirando hacia atrás, en el pasado, encontremos las respuestas del futuro. O tal vez no. Preguntas sin responder…


Si hace un año el día del jazz nos sirvió como excusa para publicar varios artículos en este blog y en El Club de Jazz, esta vez es Manu Recio, autor del blog La música es mi amante, quien ha tenido a bien cederme estas líneas para publicarlas aquí. ¡Gracias!

miércoles, 23 de abril de 2014

Recomendación día del libro 2014: Las culturas musicales. Lecturas de etnomusicología (VV.AA.)

Aunque ya tiene unos años, esta obra es una excelente opción para iniciarse sin demasiadas dificultadas en la etnomusicología. Ligado a la Sociedad Española de Etnomusicología, Las culturas musicales es una recopilación de textos de diversos autores, sobre todo estadounidenses, que incluye un primer bloque temático con una introducción a los fundamentos teóricos de la disciplina, que nos adentra en conceptos y enfoques; un segundo dedicado al análisis del lenguaje musical, quizá el apartado más técnico; y un tercero enfocado en la música como cultura, en el que encontramos textos de autores tan relevantes como Alan Lomax o Simon Frith.

Para cualquiera que se dedique a esto del periodismo musical acercarse, aunque sea someramente, a la etnomusicología no hará más que enriquecer su trabajo. La inclusión en la cualquier reseña o artículo del contexto cultural e histórico en el que se inserta la música y los músicos no es tan habitual como debería (aunque afortunadamente hay blogs como La música es mi amante que sí lo hacen) y muchos lectores agradecerían encontrar un enfoque y una información que vaya más allá del mero análisis musical. Obviamente, sin entrar en cuestiones más ligadas al mundo académico y sin usar su lenguaje, puesto que no es el ámbito ni el oficio del periodista musical. Y Las culturas musicales puede ser una buena forma de aprender los fundamentos básicos de esta disciplina.

lunes, 14 de abril de 2014

Temazos: Tom Waits - I Don't Wanna Grow Up

Hubieron de pasar cinco años para que Tom Waits volviera a grabar un nuevo trabajo después de Frank's Wild Years. Frente a la cuidada y variada instrumentación de aquel, Bone Machine planteaba un sonido mucho más rudo y áspero junto con unas letras que se alejaban de las historias amargas de callejones y perdedores para adentrarse en terrenos más aterradores y sombríos. I Don't Wanna Grow Up sin embargo conjuga un tono más alegre que el resto del disco con una letra agria, pero liberadora. El videoclip está dirigido por Jim Jarmush, con quien el señor Waits había trabajado años antes en la película Down By Law.

jueves, 27 de marzo de 2014

Crowdfunding en la música: el caso de Amanda Palmer

Hace pocos días el redactor jefe de Musicópolis me enviaba esta charla de Amanda Palmer en la que cuenta su experiencia como músico y artista callejero, pero el interés radica en el éxito que ha alcanzado con su campaña de microfinanciación en Kickstarter, motivo por el cual seguramente fue invitada a TED. Recaudar más de un millón de dólares ha supuesto una barbaridad tal que bien merecía un espacio.

La historia a grandes rasgos es esta: la señorita Palmer y su banda The Dresden Dolls editaron sus dos primeros trabajos con Roadrunner que, recordemos actualmente pertenece a Warner y anteriormente a Universal. Hace unos cuatro años la relación entre la banda y el sello se rompe y dos años después comienza la mencionada campaña en Kickstarter, que se ha convertido en el proyecto musical de crowdfunding que más ha recaudado en la historia. El dato curioso es que, según la propia Amanda Palmer, su sello discográfico consideró en 2010 que vender 25.000 copias no era suficiente, pero precisamente 25.000 personas aproximadamente son las que han aportado el millón y pico de dólares. 

Por supuesto, tal hazaña de recaudación ha desatado todo tipo de reacciones, pero este y otros casos similares, aunque no tan exitosos, deben darnos al menos qué pensar, especialmente a la industria de la música. Si nos hubieran dicho hace apenas quince años que un músico no necesitaría de un sello discográfico para grabar, editar, distribuir y publicitar su obra muy pocos lo hubiera creído. Que todo esto sea posible hoy en día indica de forma clara que muchas cosas han cambiado.Y, sin embargo, surgen muchas preguntas -muchas de las cuales le han sido ya formuladas a la señorita Palmer- en torno a este tipo de iniciativas, porque si un proyecto de crowdfunding tiene un objetivo económico concreto ¿qué hacemos con el dinero de más que se recauda? ¿de qué forma se gasta? ¿cómo explicar en qué y por qué?

No son pocos los casos de proyectos de crowdfunding que se han encontrado con numerosos obstáculos incluso después de haber recaudado más de lo que pedían, por lo que esta vía de "hacer un arte de pedir" parece enfrentarse a más problemas de los que parecen a primera vista. Y lo que ha quedado bastante claro es que los donantes tarde o temprano acaban por exigir ciertas garantías de que su dinero va a ser bien  empleado, exigencia que por cierto está en consonancia con una ciudadanía que también reclama a sus gobiernos mayor transparencia en torno a cómo gastan su dinero.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Temazos: Nina Simone - My Baby Just Cares For Me

Uno de los temas más emblemáticos de la cantante es este My Baby Just Cares For Me, original de Walter Donaldson y Gus Kahn y escrita en los años treinta. Aunque la primera grabación que hizo Nina Simone de esta canción fue en su trabajo Little Girl Blue, no fue hasta años más tarde cuando alcanzó un éxito masivo gracias -como no- a un anuncio de televisión. Fue la excusa perfecta para grabar este magnífico vídeo, a cargo del cual estaban los estudios Aardman, más conocidos años más tarde por Wallace & Grommit. Usando la ténica del stop motion, Nina Simone aparecía convertida en una bella gata que interpretaba la canción en un club nocturno de jazz al más puro estilo años treinta.

viernes, 28 de febrero de 2014

Mouksa Underground y la implicación política de los músicos

Leyendo la siempre recomendable web Rebelión me he encontrado con este artículo sobre lo que está ocurriendo en Ucrania. En él se menciona a una banda húngara -Mouksa Underground- cuya canción Rendszerváltás? (A nagy csalódás) (“Desilusión con el cambio de sistema”) habla de lo que ha supuesto a Hungría la entrada en la Unión Europea. 

Hace poco escribí un breve texto sobre la implicación política en el rap y esta canción de Mouksa Underground no ha hecho más que volverme a recordar cuánto echo de menos que en nuestro país los músicos se impliquen más en la situación política y social actual. Echad un vistazo a la letra:

Desde hace unos veinte años / Hemos estado esperando una buena vida 
Para el ciudadano común / En lugar de riqueza tenemos pobreza
Explotación ilimitada / Esto es el gran cambio de sistema
Esto es lo que esperábais / No hay vivienda No hay alimento No hay trabajo
Pero eso es lo que nos habían prometido que no pasaría
Los de arriba/ Nos devoran / Los pobres sufren todos los días
Esto es el gran cambio de sistema / Esto es lo que esperábais
¿Cuándo habrá un cambio verdadero? / ¿Cuándo habrá un mundo digno de vivir?
Habrá una solución decisiva
Cuando este sistema económico sea abandonado para siempre
Esto es el gran cambio de sistema / Esto es lo que esperábais
No hay ninguna solución que no sea revolución
 

miércoles, 19 de febrero de 2014

Whiskey Lies - EP

Por recomendación del compañero Carlos de MotelBourbon me llega este EP de una joven banda de Barcelona. Sus referencias están firmemente ancladas en el blues-rock de gente como Cream, Stevie Ray Vaughan o Derek Trucks Band, por poner un orden cronólogico. Este primer trabajo está compuesto por sólo cuatro temas acertadamente, porque consiguen dejarnos con ganas de escuchar más, que siempre es mejor que aburrir al personal con cuatro composiciones más de relleno.

Whiskey Lies han elegido bien. Cross The Line abre con un gran riff y tiene unos de los mejores estribillos de todo el EP, lo que lo concierten en un tema enormemente pegadizo. Bitch Please sigue en la misma línea y mantiene el nivel, a diferencia de Daytrippers, que quizá está menos inspirada, a pesar del gran trabajo instrumental de todos los músicos. Entre medias nos encontramos con Missin' You So, un medio tiempo que trae algo de sosiego y muestra que la banda es capaz también de afrontar con la misma intensidad composiciones más pausadas.

 
Este primer EP sin título es bastante prometedor y tiene un buen puñado de buenas ideas que les confiere cierta personalidad en un género de sobra consolidado. Sin embargo, el sonido de la grabación ensombrece un poco la propuesta. Sin desmerecer en ningún caso el enorme esfuerzo que supone conseguir este sonido de forma casera, es indudable que una mejor grabación les hubiera sentado muy bien a estas canciones.

viernes, 14 de febrero de 2014

13 años de "El Club de Jazz"

El programa radiofónico Club de Jazz acaba de cumplir trece años y su fundador Carlos Peréz Cruz ha aprovechado el momento para escribir una lúcida e interesante reflexión en la que se entrecruzan todo tipo de temas: la industria, las dificultades y, por supuesto, el jazz. Mejor leedlo vosotros mismos, porque mi intención desde este minúsculo espacio es dedicarle un pequeño homenaje y mostrar así todo mi respeto hacia una labor tremenda, enorme, que pocas veces se ve recompensada.

Además de las muchas anécdotas y vicisitudes que cuenta en el texto, me apetece hacer especial hincapié en varias ideas que comenta y con las que comulgo plenamente: en primer lugar que ninguno de nosotros es indispensable, algo que he comentado en alguna que otra ocasión en los artículos de opinión en Musicópolis. Pero también que no debemos trabajar para nadie que saque un beneficio económico y no  remunere por ello. Y, por último, el orgullo del trabajo bien hecho y el placer de hacerlo, lo que no quita que siempre se busque mejorar obviamente. Cuestiones que parecen quizá un tanto evidentes, pero que no habituales en esta profesión, a veces carente de actitudes coherente y principios sólidos...

Aprovecho la ocasión para recomendaros los artículos de opinión de El Club de Jazz y agradecer también la predisposición de Carlos a meterse en cualquier lío, como el año pasado cuando le propuse a él y a Manuel Recio escribir varios artículos para el día del jazz. Otra de esas cosas por las que no se cobra, pero a la que ambos periodistas se prestaron amablemente y dedicaron su tiempo y esfuerzo.

lunes, 10 de febrero de 2014

Temazos: Plasmatics - The Damned

Coup D'état es un trabajo espectacular, completísimo, en el que bien podría haber elegido temas como Put Your Love In Me o Path Of Glory, pero he preferido optar por el más conocido porque el vídeo es absolutamente espectacular. El primer minuto de introducción con las imágenes del desierto casi a modo de reportaje dan paso a la banda dando el guitarrazo de inicio y a Wendy O'Williams paseándose impávida entre un escenario semidestruído. Una imagen impactante. 


miércoles, 5 de febrero de 2014

Pay Per Review: el precio de una acreditación


El reciente anuncio del Primavera Sound de cobrar a los medios acreditados para cubrir el evento 50€ ha levantado ampollas entre todo el periodismo musical. Y de paso un debate, quizá más enfangado que interesante. Porque, a ver, no nos engañemos ni despistemos: el argumento de cobrar porque hay muchos que van a festivales "gratis" simplemente porque tienen un blog es demasiado parecido a eso "vamos a cobrar un euro por receta porque la gente abusa de la sanidad pública" o "vamos a subir los impuestos porque hay mucho defraudador". Y las explicaciones que da el director del festival en el foro son sospechosamente similares...

Lo que no es de recibo es hablar de lo que cuestan las cosas mientras con la otra mano se recogen 240.000€ de ayudas públicas, como recibió el Primavera Sound en 2010. Si el festival ingresó esa cantidad de dinero de TODOS los contribuyentes fue en concepto de evento cultural de interés general entiendo. Por lo tanto, también deberían facilitar que la prensa cubriera un evento de interés cultural, ¿no? Eso, sin mencionar otras prácticas y condiciones que se dan habitualmente en los festivales de este país, como la falta de seguridad, la ausencia de una zona de prensa y hasta lo mas elemental para los fotógrafos, que es un espacio para poder dejar su equipo de trabajo vigilado mientras realizan su labor.

¿Qué hay mucho espabilao que monta un blog o una web y se dedica a pedir acreditaciones para ir a conciertos gratis? Pues seguramente algunos habrá, pero los que estaban hace 10 años ya han desaparecido y los que lo hacen hoy ya no estarán mañana. ¿Qué también se hace lo mismo en otros festivales, fuera y dentro de España? Pues cierto, pero eso no implica que la medida sea acertada y, cuanto menos, coherente.

La cuestión es más fácil de resolver de lo que parece y ya lo ha dicho Rafael Mozún: "¿tan difícil es pedir datos de audiencia y alcance a un medio?" ¿o es que los departamentos de prensa de los festivales ni siquiera tienen tiempo para dedicarse a filtrar mínimamente los medios acreditados y hacer después un seguimiento del trabajo publicado sobre ellos? Con este panorama y como dice la gente de Notodo: "vosotros decidís colegas de profesión". Mientras tanto, entre todos le estamos haciendo una cobertura al festival impresionante, así que como maniobra de difusión desde luego ya ha sido un éxito...

* Por cierto, le he robado la idea del "pay per review" a Subnoise

miércoles, 22 de enero de 2014

Temazos: Coven - Wicked Woman

A finales de la década de los sesenta y comienzos de los setenta el ocultismo parecía empezar a calar hondo en la propuesta de diversas bandas, como Black Sabbath, Black Widow o Led Zeppelin, pero quizá Coven fue una de las bandas que se tomó el asunto más en serio. O, al menos, así lo hicieron notar cuando después de la firma de su primer contrato discográfico sellaron además el acuerdo con su propia sangre. Fuera o no una pose, el caso es que su primer trabajo estuvo marcado por este tipo de temática y esta canción es una buena muestra de ello. Es quizá también uno de los temas más accesibles y directos de todo el álbum. 


martes, 14 de enero de 2014

Música y política: el rap

Hace más de un año publicaba en Musicópolis un artículo de opinión en el que reflexionaba en torno al papel de la música y el oficio en un contexto como el actual y algunos meses más tarde continué el tema poniendo el foco entonces en los músicos.Desde entonces la situación no ha cambiado sustancialmente y sigue siendo complicado encontrar músicos de ciertos géneros que editen discos en los que se veamos algún tipo de implicación política, así que he echado un vistazo al rap en nuestro país.

Aunque el rap no es un género que conozca mucho -apenas nada de hecho- y no está entre mis preferencias musicales, conocía la implicación de bandas clásicas como Public Enemy, pero no tanto el panorama patrio más allá de nombres bastante populares como El Chojin o Nach, quienes han dedicado en los últimos años algunas líneas a la situación que vivimos actualmente (Únete a mi bando o Indignación entre otras). Pero, bicheando un poco por ahí, no es difícil encontrar un buen puñado de nombres como Arma X, Immortal Techique (peruano), Los Chikos del Maíz o Pablo Hasél, e incluso temas compuesto ex profeso para una situación concreta, como en el caso de los vertidos químicos en Huelva, que ha sido objeto de una canción a cargo de Juanma Infante y Javi Vila.

Si bien es cierto que músicos de otros géneros siguen tocando temas políticos en la actualidad, como en el caso de los últimos trabajos de Van Morrison o Dr. John, por mi parte no puedo dejar de echar en falta un mayor compromiso en muchos músicos actuales y una mayor riqueza en los contenidos en los pocos que se atreven a tocar cuestiones políticas y sociales. Pero de momento, así está patio...



* Más información sobre rap político en el blog de Nikone Le Fou y en este artículo de Kaosenlared.

miércoles, 8 de enero de 2014

Temazos: Ward One – Bombers Can Open Bomb Bays

La carrera en solitario de Bill Ward nunca ha tenido el reconocimiento ni la fama que la de Ozzy Osbourne o Tony Iommi, pero a finales de los ochenta el señor Ward comenzó a trabajar con una banda que a comienzos de la década siguiente editó uno de los discos más interesantes de la década: Ward One: Along The Way. En aquel trabajo Ward no sólo se encargó de la batería, sino también de los teclados y algunas voces y contó con la colaboración de los guitarristas Rue Phillips y Keith Lynch, entre otros muchos músicos.En esta canción nos encontramos con la voz de Ozzy y el bajo de Bob Daisley y, después de escucharla, muchos reconocerán algo del sonido que Ozzy desarrolló algunos años más tarde con Zakk Wylde en Ozzmosis. Seguro que no véis este vídeo una sola vez...