viernes, 18 de octubre de 2013

La figura del colaborador

En un país como este, en el que la “cultura del becario” ha sido desde hace años parte importante del crecimiento empresarial, el trabajo -no ya mal pagado- sino gratis total nunca ha estado mal visto. Las “colaboraciones” son otra parte de ese entramado. Aunque es un concepto y realidad existente desde hace años, ha sido en los últimos diez con la generalización del uso de internet cuando encontramos una infinidad de revistas, blogs e incluso medios de comunicación grandes que andan constantemente en busca de “colaboradores”. Pues bien, ese “colaborador” es alguien a quien le apasiona una o varias temáticas, de las cuales tiene amplios conocimientos, y al que además se le pide tener una redacción aceptable (por cierto, se puede no ser periodista y ser capaz de articular un texto en condiciones). 

Nunca ha sido difícil encontrar a personas interesadas en hacer este tipo de colaboraciones: estudiantes de periodismo, aficionados a temas concretos, etc. porque el mercado de jóvenes –en su mayoría- de los que aprovecharse es bastante grande. Especialmente en este país, en el que las tasas de paro difícilmente han bajado del 8% en los últimos 35 años –en los años de la burbuja inmobiliaria-, mientras que en Gran Bretaña por ejemplo en plena crisis y con un paro que escandaliza y preocupa a todo el país apenas han llegado a ese 8%. Y eso, hablando de población activa, porque si nos centramos en el desempleo juvenil España duplica como mínimo las cifras inglesas. Vamos, que no es muy complicado encontrar gran cantidad de gente joven bien preparada dispuesta a trabajar gratis para, al menos, tener algo que poner en su currículum. 


Así que ya tenemos los dos actores principales de este tinglado: un medio que quiere tener contenido gratis y gente que quiere escribir sobre sus temas preferidos. Pero en esta simple ecuación hay que incluir que el medio obtiene sus ingresos por la publicidad pero no paga por los contenidos que necesita para obtener precisamente esa publicidad. Y no estoy hablando de un blog de amigos con una vocación puramente divulgativa o pequeñas webs que apenas ganan unos céntimos con google adsense, sino de webs con miles de visitas diarias y con una media de casi 400 reseñas anuales… ¿Cuánto creéis que pagaría una empresa por publicitarse en una web con ese nivel de visitas? Pues eso. 

Afortunadamente, existe otra parte en este negocio y es la de aquellas empresas que han apostado por remunerar a sus redactores. De esta forma, se aseguran una mayor calidad en contenidos, unos textos bien redactados y una implicación mayor por parte del redactor, porque ninguna empresa va a pagar por un trabajo que no considere aceptable, ¿verdad? Entendámonos, nadie va a ganarse la vida escribiendo dos –o veinte- artículos al mes (al menos tal y como está el panorama actualmente), porque la cuestión es que la remuneración (y no digo que esta sea justa, alta o baja, sino simplemente que exista) es la única forma que conocemos en nuestro sistema para reconocer el trabajo bien hecho. Pagar a un redactor es reconocerle su trabajo

* Fragmento extraído del artículo "Prensa musical e internet", publicado originalmente en Musicópolis.

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